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El Vegetariano Solidario©
Año 4 - Número 38
 Febrero 2006
 
 
Reproducción autorizada sólo mencionando la publicación y con enlace en caso de ser publicado en Internet.
 
Queda el depósito que establece la ley 11.723
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Editorial
- Sobre Dios
Eulogio Díaz del Corral
Creo en la existencia de Dios ciegamente, pero no puedo comprenderlo ni explicarlo.
Siento la existencia de Dios en mi corazón de manera íntima, pero la única prueba objetiva que tengo es el Universo entero.
Siempre descubro aspectos nuevos que no conocía sobre el Gran Misterio que es Dios.
Humanamente el sufrimiento de los seres vivientes es incompatible con un Dios bueno concebido al estilo humano. Debe existir una solución a este problema. Yo desconozco la solución, pero trato de ayudar a los que sufren y no juzgo a Dios, le amo en los mismo seres que sufren.
En cierto sentido Dios es como una fuente de Luz y de Vida. El agua de vida eterna. Si bebemos nos beneficiamos, si no bebemos nosotros nos lo perdemos.
Ama al Ser infinito en las criaturas, pero no busques el amor de las criaturas, pues sólo te llenará el Amor infinito. 
 
Jesús ¿Era Vegetariano? -Por Bruno Passarelli
Su teoría es controvertida. Según el padre Mario Canciani-párroco de la iglesia romana San Juan de los Fiorentinos-, Jesus y los apóstoles eran vegetarianos y, por los tanto, no comieron el cordero pascual como dice la tradición. ¿Por qué la historia dice otra? ¿Cómo llegó a esa conclusión?
San Juan de los Fiorentinos es una iglesia romana de los tiempos del Renacimiento ubicada a pocos centenares de metros del Vaticano, en una callejuela lateral al río Tíber, en el centro histórico de Roma. Su nombre no es casual: hace cinco o seis siglos, allí vivía la colonia de florentinos.
Su párroco es el padre Mario Canciani, un romano sesentón, afable y conservador, quien termina de editar un libro que ha causado considerable revuelo: se trata de En el Arca de Noé, donde asegura que Jesús y los apóstoles eran vegetarianos y no comieron el cordero pascual. Pero ya sus fieles sabían que el padre Canciani no es un sacerdote convencional: admite la presencia de animales mientras oficia misa, algo prohibido desde la promulgación del Edicto de Carlomagno, en la Edad Media. Obviamente, un veto más débil que el enorme amor del sacerdote por los animales, que exterioriza con el cuidado infinito que prodiga a los cuatro gatos que cría en la parroquia.
–¿Como nació este amor suyo por los animales?
–Me enteré que las naciones donde los animales son menos respetados y más perseguidos son las cristianas de la Europa mediterránea y de América latina. También tomé nota de que los sacrificios de animales que se efectúan durante las fiestas religiosas en la catolicísima España no sólo no son condenados, sino incluso patrocinados por confraternidades y párrocos, sin que las autoridades diocesanas hagan nada por ello. Después me pregunté: ¿Por qué tanto desinterés e indiferencia, también en Italia, ante la suerte de los animales, en especial modo sobre la muerte lenta y dolorosa de los corderos que cinco veces durante la Santa Misa son evocados para simbolizar al Hijo de Dios? Subyaciendo todo esto, está el silencio absoluto de parte de la catequesis sobre el comportamiento que los cristianos deberían tener frente a los animales.
–Habrá incursionado en la historia de la religión Católica y especialmente en los textos bíblicos...
–Así es, y el resultado fue ese libro donde documento algo que muchos consideran revolucionaria: que Jesús no comió el cordero pascual y que la primera Iglesia cristiana era, sustancialmente, partidaria del vegetarianismo. Una elección que compartían Jesús y sus discípulos. El precepto de no comer carne el viernes no es sólo una invitación a la penitencia, sino al residuo de aquella antigua costumbre...
–¿Comó pueba usted que Jesús no comió el cordero en la Cena del Jueves Santo?
–La mayoria de los exégetas del Nuevo Testamento tanto católicos como protestantes, sostienen que no es posible hoy, des de un punto de vista histórico, establecer si el banquete de adiós de Jesús se produjo o no en el medio de una celebración`pascual. Sólo una minoria se inclina decididamente por dar un carácter estrictamente pascual a la celebración de la Ultima Cena. Esta discrepancia viene desde la Iglesia antigua y deriva de las diferentes indicaciones que dan Juan y los Evangelios Sinópticos. Según Juan, la fiesta de Pascua no coincide con el día de la Ultima Cena sino con el siguiente...
–O sea, en el preciso momento en que, no lejos del Gólgota, se está produciendo el sacrificio de por lo menos 50.000 corderos exterminados en el templo para ser llevados a las casas.
–Exactamente. En cambio, los Sinópticos dicen algo distinto y deriva del hecho que en Jerusalén la Pascua era celebrada según dos diferentes calendarios, el tradicional ligado al ciclo solar y el de los esenios, ligado al ciclo lunar.
–¿Quienés eran los esenios?
–Se trata de una secta de antiguos judíos, que practicaba la comunidad de bienes y tenía gran sencillez y humildad en sus costumbres. Además, se oponían a los sacrificios de animales, lo que los había alejado de Jerusalén. Ahora bien, los hechos que cuenta Marcos, Mateo y Lucas se dasarrollaron según el ciclo lunar.
–¿Eran vegetarianos estos esenios?
–En efecto, no sólo no sacrificaban animales sino que, gracias a la dieta vegetariana que  practicaban, eran muy longevos y muchos de ellos superaban los 100 años de edad, debido a la vida simple y sana que hacían.
–¿Qué rol tienen los esenios en la fundamentación de su teoría?
–Recientes excavaciones sobre el monte Sión efectuadas por el padre Bargil Pixner han demostrado que la zona del Cenáculo pertenecía a los esenios quienes ponían las salas a disposición de los huéspedes. La cena de ellos prohibía rigurosamente la carne, que estaba también excluida de la celebración pascual. Cuando los hebreos comen el cordero pascual, Jesús yace ya en la tumba y en su cuerpo no hay traza alguna del cordero ritual. Y cuando resucita, tiene junto a sí a un cordero, que no es el que El habría comido la noche de la Cena. Quien describe esta escena es Jaime, primo de Señor, quien sera jefe de la comunidad de Jerusalén por 25 años...
–¿Qué otras pruebas dan sustento a los que usted sostiene?
–San Girolamo escribe: "Después de la venida de Cristo no nos está permitido comer carne" Y Jesús, que celebró la Ultima Cena en una casa de esenios, fue el máximo ejemplo de una misericordia infinita. Repetidamente, en sus predicaciones, había dicho que Dios no quiere sacrificios cruentos. Tengamos en cuenta que Juan y Pablo escribieron que Jesús había sustituido el sacrificio y el alimento cruento por los incruentos. Si hubiera tenido una posición contraria; sería inferios a Buda (quien pide "daya"; compación, también por los animales), a Krishna y al mismísimo San Francisco de Asís.
–¿Y la Biblia qué dice al respecto?
–La primera ley divino-natural se refiere al alimento específico de los hombres y de los animales. Estos últimos no han sido creados como alimento de nadie: los hombres deben comer frutos, hierbas, cereales, como afirma el Génesis. Y San Girolamo, en un libro poco conocido pero que es uno de los más importantes de la Patrística llamado Contra Iovinianum, sostiene que el permiso dado después a Noé para que pudiera comer la carne es una interpolación en el texto sagrado, agregado tardíamente en una época de escasa religiosidad...
–¿Son mencionados los esenios en el Nuevo Testamento?
–No, porque se han vuelto cristianos bajo el nombre ebionitas, o sea pobres, un término que se encuentra repetido 12 veces en el Nuevo Testamento, y de "nazoreis", que aparece 6 veces. San Epifanio escribe que en ambos casos se trata de términos que quieren decir "vegetarianos". Lo eran Pedros, Jaime, Juan y Esteban...
–¿Hay otros testimonios que refuercen los que usted citó?
–Plinio el joven, en el año 112, escribe una famosa carta al emperador Adriano y le dice: "El Medio Oriente se ha convertido de tal manera que los ricos, los latifundistas, pierden su poder, porque los cristianos se nutren de alimentos inocuos" Y Porfirio, quien vivió a fines del siglo III y era según San Agustín el más grande de los filósofos, escribió un libro en el que afirma que Jesús había declarado la alimentación carnívora como la alimentación de los demonios...
–¿Comó se explica, entonces, que los cristianos hayan empesado a comer carne?
–Históricamente, cuando en las iglesias los ricos usurpan el poder, empiezan a perseguir a los verdaderos discípulos de Jesús y a sus libros, declarándolos heréticos. El el año 314 hubo tambíen un Concilio en Angora que suspendio a todos los clérigos y los diáconos de sus funciones si no demostraban que comían carne. Se había ido consolidando en la nueva Iglesia la posición opuesta, que se hizo doctrina en dicho Concilio: "No querer comer carne, ni siquiera escondida entre las legumbres, es un ultraje al Creador que nos ha dado los animales para que los comiésemos" Eregida esta concepción a nivel de teoría oficial, hubo también persecuciones contra los vegetarianos. El primer mártir fue Prisciliano, decapitado con otros. Pero lo importante es que, desde el siglo IV en adelante, la exhortación del Libro del Apocalipsis de no comer la carne de los animales muertos "en nombre de Dios" será letra muerta...
–¿Y cuál es la orientación actual de la Iglesia, en su doctrina, frente a los animales?
–El Papa Juan Pablo II en su encíclica "Sollicitudo rei socialis" de 1988 ha instado a los teólogos a estudiar una nueva relación entre el hombre y los animales. Y más recientemente, en un dicurso del 10 de enero de 1990, llevó la felicidad a los animalistas, creyentes o no, recordandoles la enseñanza bíblica: "No sólo en el hombre, sino también en los animales se encuentra el soplo divino". O sea que el creyente, con una renovada responsabilidad, tiene la obligación de considerar con toda seriedad a la Creación, cuidando todo aquello que Dios le ha entregado como don. Y esto es lo que son los animales: dones del Dios Creador.

De una traducción que Edmond S. Bordeaux que realizo de los textos aramaicos del Evangelio de la Paz encontrados en Qunram. Jesús dice: "El Padre Celestial ha dicho: Os doy toda clase de hierba que crece en el campo, todas las legumbres y verduras que producen vuestros huertos y también toda fruta de vuestras arboledas, para que os sirvan de alimentos; además, la leche de vuestros animales y todos sus subproductos y derivados. Pero respetaréis la vida de esos animales, no los mataréis, ni comeréis sus carnes ni su sangre, pues, así no quebrantaréis la suprema Ley de No Matarás. (…) Pero el que mate un animal, aunque éste no lo ataque y sólo por el placer de matar, o por la carne, su piel o sus colmillos, éste sí que quebranta la Suprema Ley de No Matarás." (Capítulo XXIII 10-14).
 
Amar a los Animales - Por Eduardo Lamazón
 
Los hallazgos sobre el mapa genético de las especies demuestran sin lugar a réplicas, que nuestro patrimonio genético es idéntico al de los gorilas en un 97 por ciento, y si esto es de suyo humillante... para los gorilas, claro...

La vida no es vida sino intenso dolor para la mayoría de los animales sólo por haberles tocado en suerte compartir el planeta y este tiempo con el hombre, su verdugo más cruel y excesivo.
 
Los 'animales no humanos', hay que decir, para expresarse con propiedad de ellos, seres maravillosos en los que la naturaleza es perfección, pero tristemente indefensos ante el individuo elemental, depredador incorregible.
 
Hay quienes afirman que lo que distingue al ser humano de los otros animales es el raciocinio, pero es necesario ponerlo en duda, viendo lo que aquel hace con su aparente ventaja, no sólo en su relación con los seres inferiores que están a su merced, sino con el uso inescrupuloso que le da en cada acto a su facultad de entendimiento.
 
Apenas comprendiendo su ignorancia y confusión puede explicarse la arrogancia insoportable del que pone su derecho a la vida ciegamente por delante del derecho a la vida de otros seres.
 
Si somos superiores, sólo esa condición nos agrega un imperativo moral por el cual debemos rendir justificaciones de nuestros actos. Sólo el hecho de que debamos decidir cómo tratar a los animales, hace a nuestra relación con ellos moralmente grave. Decía Shakespeare en 'Hamlet': "no hay nada bueno o malo sino que el pensar así lo hace". Nosotros pensamos, no nuestro perro, por lo que tenemos el privilegio y la carga de hacernos responsables de la relación y el trato.
 
Pero nuestra relación con las bestias, sin embargo, es la de las metáforas que las degradan. "Eres un animal"... "Eres un burro"... ¿Por qué no "eres un hombre torpe", o "eres una mujer egoísta"?
 
"Soy un miserable gusano" decía Friedrich Nietzsche para autodefinirse, cuando lo devoraba la sífilis y expiaba su remordimiento de filósofo porque se acostaba con su madre y con su hermana. Había muchas culpas humanas en él, pero ¿qué culpa era del gusano?
 
El siglo XX fue generoso y mezquino, bálsamo y letal, ubérrimo para la ciencia y retrógrado para la convivencia entre los hombres. Sobre su final mostró ¡por fin! una luz de esperanza en el reconocimiento al derecho de los animales en las sociedades civilizadas. Una luz, que quede claro, nada más que eso, pero algo más que nada.
 
Los derechos del hombre en la Grecia clásica eran los derechos del ciudadano varón y libre. Las mujeres y los esclavos eran para la legislación tan poca cosa como hoy son -continúan siendo- los animales en las comunidades rabonas e incultas.
 
Otras formas de discriminación, igual de abyectas y vergonzantes ha visto la historia. Quemar al hereje en la hoguera fue una conducta aceptada, hasta que un día la civilización decidió que era inaceptable.
 
Todo es cuestión de tiempo. Llegará el día en que el exterminio irracional de los animales no humanos de esta época, en casi todas las sociedades, será un asunto que se exhibirá en museos, a la mirada incrédula de los visitantes.

Tengo malas noticias para los orgullosos "seres superiores" que en tono peyorativo llaman bestias a las bestias: los hallazgos sobre el mapa genético de las especies demuestran sin lugar a réplicas, que nuestro patrimonio genético es idéntico al de los gorilas en un 97 por ciento, y si esto es de suyo humillante... para los gorilas, claro, también se halló que el número de genes necesarios para constituir un hombre es sólo el doble de los que tiene un gusano.
 
La vida es, aun para la ciencia, el más grande de los milagros, lo que parece ignorar el hombre promedio de todas las latitudes, porque la compromete cada vez que puede, arrasando bosques y especies, contaminando el aire y el agua, y detonando nuevas enfermedades. Es el hombre, entre todos los seres vivos, el único dotado para la estulticia.
 
Konrad Lorenz, el etólogo austríaco, el gran sabio del siglo pasado que en 1973 obtuvo el premio Nobel de medicina, dijo: "el hombre siempre fue bastante estúpido, pero últimamente noto un cambio... está peor". Es el mismo médico bondadoso que amaba a los animales hasta la médula y que en otra ocasión afirmó: "De sólo pensar que mi perro me quiere más que yo a él, siento vergüenza".
 
Lord Byron escribió para la tumba de su perro 'Botswain' este epitafio: "Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre sin sus vicios".
 
Los animales, salvajes o domésticos, son, a la luz de la inteligencia, nuestros compañeros de viaje.
Su sacrificio o sufrimiento inútiles son actos de inmoralidad y barbarie degradantes para quien los provoca.
 
¿Por qué quererlos?
 
Una máxima filosófica simple dice que es correcto preferir un estado de cosas mejor a uno peor.
 
Pero detrás de esto, en términos cotidianos, por respeto a nosotros mismos. Porque el cuidado de todas las formas de vida nos hace más evolucionados. Porque lo expansivo es primitivo y la inhibición es cultura. Por compasión, que la compasión es una olvidada emoción elevada. Porque matar o hacer sufrir es destrucción. Porque construir es participar como un Dios todopoderoso del acto de la Creación. Porque el hombre útil o bueno o civilizado vive de acuerdo con ciertos valores y no hay valores que justifiquen la crueldad. Porque la inteligencia invita a vivir de tal manera que nuestras acciones aporten a la felicidad y no al dolor que hay en el mundo. Porque proveer a la vida y no a la muerte no puede ser una antigualla, a menos que el mundo esté irremediablemente perdido. Porque estoy seguro que entiende usted la diferencia entre la sensibilidad de quien mata a un animal por placer, y la de quien goza escuchando la Quinta Sinfonía de Beethoven.
 
Un amante de las corridas de toros me dijo una vez que los toros de lidia no nacerían si no existiera esa primitiva obscenidad que llaman fiesta, "porque son criados para la muerte en la plaza" -me explicaba-, a lo que respondí que con su criterio podríamos criar niños para que sean sacrificados frente a cincuenta mil forajidos con boleto pagado.
 
Desde Platón sabemos que educar es formar en la virtud. Piedad, compasión, amor por la vida de todos los seres, respeto por la otredad, son conquistas del hombre morigerado, de buenas costumbres, superior. Superior no de superar a los demás, sido de haber sido capaz de mejorarse a sí mismo, de haberse alejado de aquella pequeña cosa tan sin pulimento que era cuando nació.
 
¿Por qué dirán que con relación al hombre los animales son una especie inferior? ¿Porque no tienen algunas "virtudes" que adornan a los hombres? Sí, recuerdo algunas: el odio, la maldad, la envidia, la venganza, el rencor, el engaño, la traición, la soberbia.
 
Todos los animales, humanos y no humanos, morimos cuando cesan nuestras funciones corporales. Los hombres crueles, empero, mueren mucho antes, aunque ni lo noten.
 
 
 
León Tolstoi en el primer centenario de su excomunión -Por Llorenç Vidal
 
Se cumplen, en este 2001, cien años de la excomunión de León Tolstoi por la Iglesia Ortodoxa Rusa. En una nota de prensa difundida en 1901 podemos leer: "El conde León Tolstoi, a su avanzada edad de setenta y dos años, ha caído bajo el peso de la excomunión de la iglesia ortodoxa rusa. En la cumbre de su fama, alcanzada con 'Ana Karenina', el anciano y famoso escritor se arrepintió de las obras que le habían valido tanto éxito, abandonó el campo meramente literario para dedicarse a desenvolver los problemas religiosos y la filosofía moral, por lo que sus recientes libros, en los que sostiene que nunca es justificable el ejercicio de la fuerza, han merecido la más completa desaprobación de los miembros de Sínodo ruso, hasta el punto de haber hecho pública su excomunión en términos escandalosos, el texto de la cual ha sido publicado en todos los periódicos europeos".
 
Víctima del fundamentalismo religioso-político de su país, Tolstoi, en este centenario de su excomunión, se convierte en un símbolo de todos los excomulgados por los distintos fundamentalismos en boga, sean religiosos, políticos o culturales. Por esto  -frente a las estructuras excomulgantes de todos los tiempos, incluidas las actuales, en las que la anatemización se disimula bajo formas más suaves de simple condenación y marginación-  Tolstoi, como Giordano Bruno, Miguel Servet, Galileo Galilei y muchos otros, merece el testimonio del homenaje de quienes creemos en una sociedad abierta y tolerante.
 
Conviene recordar que la postura no-violenta de León Tolstoi fue fruto de una larga evolución. En la batalla de Sebastopol, en plena juventud y en el inicio de su carrera literaria, aunque admira el heroísmo de los soldados rusos, decide abandonar el ejércibto, afligido por el absurdo mismo de la guerra y conmovido ante la inutilidad de la carnicería humana. Más tarde, en su madurez, se lamentará de haber matado en la guerra y de haber provocado duelos con la finalidad de matar.
 
Su experiencia bélica y la reflexión sobre la misma le llevan a la conclusión de que la guerra es el problema básico de la humanidad, de la historia y de la política, y de este sentimiento, junto con el deseo de escribir la "Odisea" del pueblo ruso en su lucha por la libertad, nace su más importante novela: "Guerra y Paz", en la que, sin ser una obra pacifista, en palabras de Henri Troyat, "la fatalidad que regula las fases de la historia tiene una apariencia militar, mortífera y serena".
 
El pacifismo ideológico y pedagógico  -sobre su experiencia educativa de "Iasnaia Poliana" volveremos otro día-  de Tolstoi no fue una actitud monolítica, sino un acentuado aspecto de su contradictoria personalidad en su propio ser, en su familia y en su país, contradicción interior que le llevará a la huida y peregrinaje final, en busca del apaciguamiento absoluto.
 
Influenciado por la pobreza evangélica y por el socialismo de Proudhon y Herzen, condenará la propiedad privada, en la que  -como los cristianos Pedro Valdo, Francisco de Asís y Tomás Campanella-  verá una fuente de sufrimiento y un riesgo de conflicto entre los que poseen una superfluidad de bienes y aquellos que no tienen ninguno. Ve la necesidad de una modificación de las estructuras sociales, sin embargo su ética, basada en el amor al prójimo, no admite que el tránsito de una estructura a otra se realice mediante la violencia, en contra de lo que preconizaban Jorge Sorel y, más tarde, Carlos Marx, sino que  -discípulo del Evangelio y del Sermón de la Montaña, lector de Rousseau e influenciado por el "fatalismo histórico" y por el nihilismo ruso-  se convertirá en el apóstol de una revolución espiritual de signo pacifista, doctrina predicada fundamentalmente en sus obras "Qué debemos hacer" y "El Reino de Dios está dentro de nosotros". Al dejar la evolución social como fruto del perfeccionamiento religioso personal, que, a la larga y por convencimiento, perfeccionará la sociedad y revolucionará la tierra, Tolstoi se gana la enemistad del zarismo y de su aliada la iglesia rusa, a la vez que la incomprensión y la condena de los primeros activistas marxistas-leninistas, los cuales, si bien admirarán en él su realista denuncia del abuso opresor capitalista, más que como el apóstol de una revolución activa, intentarán minimizarlo y presentarlo ante la historia como el precursor de una frustrada "revolución campesina", "utópica y reaccionaria" en la que actúa, en palabras de Lenin, como un "moujik patriarcal y anárquico".
 
Religiosamente y aunque no consigue deshacerse de algunos de los prejuicios de la tradición religiosa en la que había nacido, Tolstoi, en su aspecto positivo, enseña un cristianismo depurado basado en la creencia en un Dios interior "muy activo en el corazón de nuestro corazón", Dios interior que se manifiesta como espíritu de amor y que, como tal, está presente en el espíritu de cada ser humano. Quedémonos con este último pensamiento del polifacético León Tolstoi, en este primer centenario de su excomunión. Es un pequeño homenaje que cada uno de nosotros podemos individualmente tributarle.
 
___________________
Bibliografía básica: "Obras" de León Tolstoi; "Tolstoi" de Henri Troyat y otros (Edit. Hachette, París); "Historia del pensamiento pacifista y no-violento contemporáneo" de Eulogio Díaz del Corral (Edit. Hogar del Libro, Barcelona), y "Fundamentación de una Pedagogía de la No-violencia y la Paz" (Edit. Marfil, Alcoy) del autor de este artículo.

 

 
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