Newsweek
- 11.06.2001 -
El Dr. James Austin, un neurólogo, cree que para sentir que el tiempo, miedo y auto-conciencia se han disuelto y realmente
tener una experiencia mística y espiritual, ciertos circuitos cerebrales deben ser interrumpidos. ¿Cuáles? La actividad en
la amígdala, que monitorea al ambiente y registra el miedo, debe ser reprimida. Los circuitos del lóbulo parietal, que nos
orientan en el espacio y marcan la clara distinción entre lo propio y el mundo, deben ser silentes. Los circuitos frontales
y temporales, que marcan el tiempo y generan autoconciencia, deben apagarse. Cuando esto ocurre, Austin concluye en un trabajo
reciente, “lo que consideramos como nuestras funciones superiores de autoconciencia parecen disolverse o delesionarse
de la conciencia”. Cuando desarrolló sus teorías en 1998, el libro “El Zen y el Cerebro”fue publicado por
MIT Press.
Desde entonces, más y más científicos se han dedicado a la “neuroteología”, el estudio de la neurobiología
de la religión y la espiritualidad. El año pasado la Asociación Norteamericana de Psicología publicó “Variedades de
la Experiencia Anómala”, que cubría enigmas desde experiencias al borde de la muerte hasta experiencias místicas. En
mayo, se publicó el libro “La Religión en la Mente” que abarca el tema de como las experiencias religiosas actúan
sobre los lóbulos frontales para inspirar optimismo y hasta creatividad. Y en el libro “Porque Dios no se va”,
publicado por el Dr. Andrew Newberg de la Universidad de Pennsylvania y su colaborador Eugene d’Aquili, utilizan imágenes
cerebrales que obtuvieron de Budistas Tibetanos perdidos en la meditación y de monjas Franciscanas durante el rezo profundo
para lograr identificar cuál es el circuito espiritual cerebral y para explicar como los rituales religiosos tienen el poder
de movilizar a los creyentes y no creyentes por igual.
Fuera del tiempo y espacio
Lo que todas las nuevas investigaciones comparten es una pasión por descubrir las bases neurológicas de las experiencias
místicas y espirituales.
En la neuroteología, los neurólogos y psicólogos intentan descubrir que regiones se activan y desactivan durante la experiencia
que parece existir fuera del espacio y tiempo. De esta forma se diferencia de las investigaciones rudimentarias que se realizaron
durante la década del cincuenta y sesenta que determinaron que las ondas cerebrales cambiaban cuando uno meditaba. Pero esas
investigaciones no decían nada acerca de porque cambiaban las ondas cerebrales o que regiones específicas del cerebro eran
las responsables de ese cambio. Por otro lado, las investigaciones recientes se basan en tratar de identificar los circuitos
cerebrales que tienen mayor actividad durante la experiencia.
Estudiando el flujo de sangre que se correlaciona con la actividad neuronal mediante un SPECT ( tomografía computada de
emisión de un único fotón), Newberg estudió al Dr. Michael Baime durante sus experiencias místicas.
Como se esperaba, la corteza prefrontal se iluminó. Pero fue el cese de actividad lo que sorprendió. Un grupo de neuronas
en el lóbulo parietal superior se apagó. Esta región, que tiene el nombre de “área de asociación y orientación”,
procesa la información acerca del tiempo y espacio. Determina donde el cuerpo termina y el resto del mundo comienza. Específicamente,
el área de orientación izquierda crea la sensación del espacio físico donde existe el cuerpo.
El yo y el resto
El área de orientación requiere información sensorial para realizar sus cálculos. “Si se bloquea la información sensorial
a esta región, como se hace durante la intensa concentración al meditar, uno evita que el cerebro produzca la distinción entre
el yo y el resto”, dice Newberg. Sin la información de los sentidos, el área de la orientación izquierda no encuentra
la frontera entre el yo y el resto del mundo. Como resultado, el cerebro parece no tener opción y “percibe al yo como
interminable e íntimamente interconectado con todo,”escriben Newberg y d’Aquili en su libro. El área de orientación
derecha, también privada de información sensorial parece permanecer en una sensación de espacio infinito. Los meditadores
sienten que han tocado al infinito.
La experiencia espiritual
No es sorprendente que la experiencia religiosa se refleje en la actividad cerebral. Todo lo que experimentamos deja su
marca en el cerebro. Lo difícil es que “no hay manera de determinar si los cambios neurológicos asociados con la experiencia
espiritual significan que el cerebro está causando esas experiencias.... o si en vez esta percibiendo una realidad espiritual”.
Produciendo visiones
Cuando la imagen de una cruz, por ejemplo, dispara una sensación de admiración religiosa, se debe a que el área cerebral
de asociación visual, que interpreta lo que ven los ojos y conecta las imágenes con las emociones y memorias, ha aprendido
a vincular esas imágenes con esos sentimientos. Las visiones que surgen durante el rezo o ritual también son generadas en
el área de asociación: la estimulación eléctrica del lóbulo temporal produce visiones.
La epilepsia del lóbulo temporal lleva esto a un extremo. Aunque algunos estudios han negado una conexión entre la epilepsia
del lóbulo temporal con la religiosidad, otros creen que la condición parece llevar a voces y visiones religiosas.
Aunque la epilepsia del lóbulo temporal es rara, los investigadores sospechan que los estallidos de actividad eléctrica
localizados llamados pueden llevar a experiencias místicas. Para probar esta idea, Michael Persinger sostiene un casco lleno
de electroimanes sobre la cabeza de un voluntario. El casco crea un campo magnético débil, no mayor al producido por un monitor
de computadora. Persinger descubre que el campo dispara estallidos de actividad eléctrica en los lóbulos temporales produciendo
sensaciones que los voluntarios describen como supernaturales o espirituales: una sensación de lo divino. Él sospecha que
las experiencias religiosas son producidas por mini tormentas eléctricas en los lóbulos temporales, y que tales tormentas
pueden ser producidas por la ansiedad, crisis personales, falta de oxígeno, baja glucosa en sangre o simple fatiga. Pero,
porqué los lóbulos temporales? Persinger especula que el lóbulo temporal izquierdo mantiene nuestro sentido de lo propio.
Cuando la región es estimulada pero la derecha no, la izquierda lo interpreta como la sensación de presencia, como al yo dejando
el cuerpo, o como Dios.
“Existe una correlación entre la gente cuyos pensamientos inconscientes tienden a pasar a la conciencia y las experiencias
espirituales”, dice Michael Thalbourne de la Universidad de Adelaide. Desafortunadamente, los científicos no saben que
es lo que permite que los pensamientos inconscientes aparezcan en la conciencia de algunas personas y no otras. El único predictor
de tales experiencias, sin embargo, es algo llamado “disociación”. En este estado, diferentes regiones cerebrales
se disocian de otras. “Esta teoría, que explica a la hipnosis tan bien, podría también explicar a los estados místicos,”dice
Michael Shermer, director de Skeptics Society. “Algo parece estar sucediendo en el cerebro, donde un módulo se disocia
del resto de la corteza.”
La base neuronal de la experiencia religiosa
Esa disociación puede reflejar la actividad eléctrico inusual en algunas regiones cerebrales. En 1997, el neurólogo Vilayanur
Ramachandran le dijo a los participantes de la reunión anual de la Sociedad de Neurociencias que existe “una base neuronal
para la experiencia religiosa.” Sus resultados preliminares sugirieron que la profundidad del sentimiento religioso,
o religiosidad, podría depender de la remarcada actividad eléctrica natural en los lóbulos temporales. Interesantemente, esta
región cerebral parece importante para la percepción del lenguaje. Una experiencia común a muchos estados espirituales es
escuchar la voz de Dios. Parece surgir cuando malinterpretamos el lenguaje interno con algo externo. Durante tales experiencias,
el área de Broca del cerebro (responsable de la producción del habla) se enciende. La mayoría de nosotros podemos reconocer
que es nuestra propia voz, pero cuando la información sensorial esta restringida, como ocurre durante la meditación, la gente
es “más propensa a atribuir los pensamientos generados internamente a una fuente externa,”dice el psicólogo Richard
Bentall de la Universidad de Manchester, Inglaterra.
Hasta la gente que se auto describe como no espiritual puede ser movida por ceremonias religiosas. De ahí el poder del
ritual. La clave es la combinación entre la atención localizada, que excluye otros estímulos sensoriales, junto con la sensación
emocional magnificada. Juntas, parecen aumentar la actividad del sistema de excitación del cerebro. Cuando esto sucede, explica
Newberg, una de las estructuras cerebrales responsable de mantener el equilibrio, el hipocampo, pisa el freno. Esto inhibe
el flujo de señales entre neuronas.
Suavizando las fronteras del yo
El resultado es que ciertas regiones del cerebro son privadas de la información neuronal. Una de esas regiones parece ser
el área de la orientación, la misma región que es silente durante la meditación. Como en esos estados, sin la información
sensorial el área de orientación no puede cumplir su función de mantener un sentido de donde termina lo propio y empieza el
mundo exterior. Por eso los rituales pueden desencadenar lo que Newberg llama “suavización de las fronteras del yo”.
Es posible que los científicos nunca resuelvan la pregunta más importante de todas: si nuestros circuitos cerebrales crearon
a Dios o si Dios creó nuestros circuitos cerebrales. Cualquiera que uno crea es, finalmente, una cuestión de fe.